sábado, 5 de noviembre de 2016

SONETO QUE CONTIENE UNA FANTASÍA CONTENTA CON AMOR DECENTE

Habrá quien lea sonetos como este y los sienta serios y trascendentes, traspasados por esa dignidad añeja que dan las cosas escritas hace unos cuantos siglos y de obligada lectura y enseñanza. Sin embargo, nosotros leemos a nuestra querida Juana y, por muy sor que se nos presente, la escuchamos burlarse con una agudeza irresistible de esos amores lisonjeros que mucho prometen y poco dan, la escuchamos con música alegre, un poco rumbosa, decirle a esa ilusión que qué más da lo que haga o deje de hacer: ella solita se basta y se sobra para imaginar amor y vivir de su fantasía. 





Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.





Juana Inés de la Cruz (1651-1695), recibe el tratamiento de "sor" porque quiso la fortuna –ella misma y su inteligencia– entrar en una orden monástica para seguir instruyéndose. Es el ejemplo más famoso y universal de una brillantísima mente femenina que aceptó el rol de monja para evitar el lugar y los roles que le habría tocado vivir en la sociedad de su momento –el cuidado de la familia y la crianza de los niños–. La Iglesia acogió así a una de las mejores poetas en lengua castellana de todos los tiempos y nos regaló la suerte de haber conservado sus textos, sin los cuales la historia de la mujer y la historia cultural mexicana se entenderían probablemente de otra manera, menos rica, menos completa, menos romántica.



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