sábado, 30 de enero de 2016

ESTA TARDE

Hace unas semanas fuimos al cine a ver la película Sufragistas y, aunque ya sabíamos de la lucha de las mujeres por conseguir el derecho al voto a principios del siglo XX, nos impactaron las imágenes de la terrible exclusión social a la que el desprecio de los hombres las condenaba. Pena y rabia. Y a veces, puños cerrados ante el dolor que causa la ignorancia cuando tiene el poder. Porque aunque las mujeres voten y se las considere liberadas y no tengan ya que pedir permiso para respirar, como hasta hace no demasiado tiempo, esa ignorancia prepotente sigue viva allá donde no ha llegado la educación ni la sensibilidad para aprender convivencia y respeto. 

Nos imaginamos cómo debía de ser para una mujer escribir poesía. Escribir poesía en serio, como quien no quiere ni puede hacer otra cosa. No como un adorno femenino ni como un maquillaje social. Escribir poesía como la escribían los hombres. Desde dentro. A jirones. A dentelladas, ignorando la herida. O bien metiendo el dedo en llagas ajenas, en la llaga de ser mujer y que no te miren, porque tu sexo rebaja la altura de tus palabras en los ojos de los que te leen. La llaga de los hombres pequeñitos, que quieren puras a sus mujeres y las enjaulan sin entender nada ni saber dar nada. Hombres minúsculos cuya ceguera los convierte en invisibles. 

Nos imaginamos cómo debía de ser la vida de Alfonsina Storni, después de sufrir a los hombres pequeñitos y de escapar de sus jaulas. Quizá inclinaba la cabeza en tardes blandas y soñaba con otros amores, hombres divinos que hubieran vivido mujeres infinitas, que supieran del aire libre de barrotes y que la apreciaran libre, libre y embellecida de un amor igualitario. 


ESTA TARDE

Ahora quiero amar algo lejano... 
Algún hombre divino 
que sea como un ave por lo dulce, 
que haya habido mujeres infinitas 
y sepa de otras tierras, y florezca 
la palabra en sus labios, perfumada: 
suerte de selva virgen bajo el viento... 

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde 
blanda y tranquila como espeso musgo, 
tiembla mi boca y mis dedos finos, 
se deshacen mis trenzas poco a poco. 

Siento un vago rumor... Toda la tierra 
está cantando dulcemente... Lejos 
los bosques se han cargado de corolas, 
desbordan los arroyos de sus cauces 
y las aguas se filtran en la tierra 
así como mis ojos en los ojos 
que estoy soñando embelesada... 

       Pero 
ya está bajando el sol de los montes, 
las aves se acurrucan en sus nidos, 
la tarde ha de morir y él está lejos... 
Lejos como este sol que para nunca 
se marcha y me abandona, con las manos 
hundidas en las trenzas, con la boca 
húmeda y temblorosa, con el alma 
sutilizada, ardida en la esperanza 
de este amor infinito que me vuelve 
dulce y hermosa...


Alfonsina Storni (1892-1938), maestra, actriz y poeta argentina, quiso amar y vivir en libertad. Obtuvo reconocimiento por su poesía en vida e influyó sobremanera en los poetas latinoamericanos del siglo XX. Se embarcó en la lucha por la igualdad de género, y a menudo salió vencida por los prejuicios y la estupidez de la época. Cayó enferma y acabó adentrándose en el mar para quitarse la vida, tres años antes de que Virginia Woolf, al otro lado del océano, también escritora, también modernista, también feminista, hiciera lo mismo en el río Ouse. 

Muchacha en la ventana (1925), Salvador Dalí (1904-1989)



sábado, 23 de enero de 2016

LA CASA DE LA LLAVE

Nos gustan las imágenes, los símbolos y las metáforas. Por eso, nos enganchamos a la idea del iceberg en este sábado de enero. Porque hoy recitamos dos poemas escritos desde la sensibilidad de quien trabaja con mujeres, pero no con mujeres cualesquiera, sino con esa parte de mujeres del ochenta por ciento sumergido del iceberg, las invisibilizadas, de las que no conocemos apenas nada porque no han muerto, porque sus asesinos no las han traído a la palestra minutos antes de suicidarse. 

Las mujeres de La casa de la llave pertenecen a ese porcentaje enorme de mujeres que día a día libran una batalla contra aquellos a quienes un día amaron y que dijeron amarlas; son mujeres de todas las edades, procedencias y fortalezas variables. Son invisibles excepto para los ojos de quienes están atentos, como los de Mada. Por eso, este sábado, para visibilizar y hacer emerger esa parte inmensa del iceberg, dos poemas de una amiga:



En pijama
con ojeras
ha tenido pesadillas
ha oído voces toda la noche
no puede desayunar
mira el reloj a cada momento
vaga por los pasillos
busca alguien con quien hablar
para repetirle otra vez más
lo que ya todas sabemos
que mañana tiene juicio
se decide la custodia
con quién vivirá su niña
es que puede que vaya él
es que puede que me vea
es que no quiero que me vea llorar
es que puede que no lo aguante

claro que lo aguantarás
dicen las otras
míranos
nosotras lo aguantamos
ve allí
di lo que tengas que decir
y vuelve pronto 

*        *        *

Si no fuera por mis hijos
qué hago yo en este mundo
ahora mismo me tiraría por el balcón
¿por qué dice balcón si tenemos ventanas?
me siento a su lado
en la cama llena de muñecos
recordándole todas las cosas que tiene
que es una persona única en el mundo
picándole la curiosidad para vivir
un poco más
vivir un poquito más
hasta que se le pase la crisis
hasta la cita con salud mental
hasta que suene la música

le digo que no se tire
que se haría daño
que se pondría todo perdido
que por favor no nos haga bajar a limpiar la calle
entonces sonríe
yo me quedo más tranquila
y me doy cuenta
de lo asustada que he estado.


(Óscar)
Mada Alderete (1959). Cuando, desde mi sensibilidad masculina, yo aún no sabía casi nada de esa parte sumergida del iceberg, su libro La casa de la llave fue mi rito de iniciación en la violencia contra las mujeres a través de la poesía. Con él brotó en mí una conciencia más profunda, tocó una cuerda en mi interior que desde entonces no ha dejado de resonar. Fue una voz que dio voz a otras que no la tenían, que estaban silenciadas por el miedo, el dolor y la rabia. Conozco a Mada desde hace años. Amiga admirada, cercana y sincera. Hacen falta muchas voces como ella, personas sensibles que sepan lo que es el dolor y se hayan atrevido a tender una mano abierta y llevar la palabra a mujeres maltratadas. Personas, por ejemplo, como Patricia. 


(Patricia)
A Mada yo aún no la conozco, pero es como si la sintiera ya parte de mi propia vida. Compartimos muchas cosas sin que lo sepamos ninguna de las dos. Ambas hemos colaborado en casas de acogida y nos ha movido la sensibilidad por las mujeres que han sufrido de un modo u otro el maltrato por razones de sexo. Recitar uno de sus poemas es tender un hilo a nuestras historias y acercar a los lectores y oyentes la realidad que nosotras hemos conocido y que denunciamos en esta búsqueda incesante por hacer un mundo mejor. Un mundo donde Madas, Óscars o Patricias no dejen de rebelarse contra las injusticias.




sábado, 16 de enero de 2016

XXIV (COMEDIAS Y PROVERBIOS O UN CUENTO MORAL)

Galicia. Poesía. Una canción de los Beatles. Amor como luz que traspasa la distancia y la enfermedad, llenando todo el espacio.

Lois Pereiro lo tiene todo para unirnos. A veces escribe como si hablara, improvisando ante un auditorio vacío. Como quien por fin recibe, después de mucho tiempo, la llamada de teléfono de la persona lejana que nunca ha dejado de iluminar sus días. Con prudencia. Con ilusión precavida.
Nos recuerda un poco a Manuel Rivas, quizá por su sencillez, por la melancolía imperceptible de todo lo que dice. Y por Galicia, una tierra que ya es parte de nuestra forma de sentir y relacionarnos.
Y no podemos dejar de imaginar esa canción de los Beatles saliendo de otra habitación, como un recuerdo venido de lejos a abrirnos a una música y unos recuerdos que siguen ahí, intactos y luminosos, como si acabaran de nacer.


“Dear Prudence, dear prudence…”  De la habitación vecina, de la que solo me separaba una larga pared, salía por la puerta esa canción que me decía tantas cosas hace veinte años. Dear Prudence, sí, dear Prudence salpicando de música y de palabras la espesa luz del sol vestido de lujo dominical.
El teléfono dio señales de vida.
Contesté a la llamada y era ella,
la que sobrevolaba a menudo mis insomnios,
breve,
y crucificaba mis noches sin saberlo,
pisando mis sueños en silencio.
Su voz sonaba animada y alegre, como si la vida
fuese en ese momento para ella
un baño relajante de indulgencia.
Y finalmente dijo que pensaba en mí y me
quería. Eso era cierto.
De alguna manera era cierto, supongo. Debía serlo.
Así y todo sé que no se sentía feliz por eso
exactamente. Tampoco
por saber desde el principio lo que yo la quiero.
Pero cierta paz cósmica me acoge, haciendo levitar
mi espíritu,
y aviva la energía que tengo yo a mis pies,
adormilada,
oyéndole decir esas palabras. Sintonizo la emisora
de su alma,
y absorbería yo todo su sufrimiento. Te quiero.
Sí, yo también te quiero.
Y su voz retrocede a la velocidad de la luz por el
interior de un cable;
atraviesa las marinas, las llanuras, las sierras, los valles,
y la inmovilidad del sol
que arde sobre el canto de los grillos
en la soledad
de los páramos de la meseta
central. Y al llegar a su meta se va evaporando
cierto rumo atlántico
que hierve sobre el asfalto.
Pienso en ella. Pienso en mí en esta tierra. Dos
esencias ausentes casi siempre.
Nuestra coexistencia es algo intangible, como un
Éric Rohmer en nuestras
vidas: describir sutilmente de qué manera va
creciendo la hierba a su alrededor.
Porque yo debo quererla como se querían los
príncipes en los cuentos de Grimm, o Andersen,
cuando desear todavía era útil.
Nada más. Nada menos.

Lois Pereiro (1958-1996) fue un autor itinerante, políglota, viajero. De una sensibilidad deslumbrante, vitalista y comprometido, escribió una serie de poemas estando ya muy enfermo que recogió en el libro Poesía última de amor y enfermedad, un testimonio de amor que trasciende el sufrimiento, los recuerdos y las razones para vivir. Como dijo Manuel Rivas, quizá no haya habido "texto poético más íntimo y conmovedor desde el Follas novas de Rosalía."

Extracto de "Dear Prudence", la canción de los Beatles que menciona Lois Pereiro. 




sábado, 2 de enero de 2016

TE SUEÑO

Último martes del año. París. Barrio latino. La librería "Pedone", fundada en 1837 en la calle Soufflot, llama nuestra atención. Quizá el escaparate o la madera oscura de la fachada nos han empujado hasta ella. Nos miramos y sin decir palabra los dos sabemos que queremos entrar. Y dentro nos invade la música de Mozart en un concierto para piano. Los espacios son amplios y la colección de cómics apela a nuestros sentidos. Nos paseamos un rato por el silencio musicado del lugar, como se hace en las librerías que uno terminará venerando, aunque solo haya vivido en ellas unos minutos de su vida. Entre el montón de libros de una estantería de la entrada nos llama la atención uno cuyo título es Je te rêve ('te sueño'). Lo sujetamos entre las manos, leemos al azar algunos versos y decidimos llevárnoslo. "Bonne lecture et bon séjour à Paris" es lo que nos dice el librero de sonrisa bonachona mientras pagamos el poemario. Me siento dentro de la escena de una película en la que los enamorados dejan que el tiempo se pare en cualquier esquina. Antes de salir del local ya sabemos que esas palabras por las que hemos sido atraídos el último martes del año en París, serán traducidas y recitadas el primer sábado del año nuevo.

Traducimos sin prisa y con mucho de traición los versos de las primeras páginas de lo que ya es para nosotros Te sueño, del poeta iraquí Salah Al Hamdani. Os regalamos las palabras del desarraigo, pero también de la ilusión de este escritor "solar y volcánico", como se presenta en el prefacio; de este preso político que viaja hasta Francia donde pone palabra a sus sueños, a su sueño.


TE SUEÑO (fragmento)

Para Lou, mi pequeña

Poema que talla en palabras
la historia de un hombre venido de lejos
para arraigarse en esta tierra de Francia
a la que tanto quiere


Nuestras manos abandonadas sobre el fuego
no han traído el verano
a la paloma helada de la pena

Te sueño
hasta dejar de verte
las estaciones mueren de sueño
un silencio de labios sobre tus párpados

Te sueño
la voz labra la espera
y desempolva los sentimientos
en el hueco de las palabras

Te sueño
la luna se agarra torpemente
en lo alto de las palmeras
memoria de mar abierto
como una noche cercada por el olvido
Las nubes emigran
arrastradas por resplandores
al lamento de los remolinos
que se desprenden de la luz

Te sueño
del tiempo del sueño a cámara lenta
recogido por un torbellino de arena blanca

Te sueño ahora a través de la escritura
cerca de ti y en la distancia

De la vida que me lanzas a la cara

Te sueño
luna de mi madre, nacida de la semilla de la nada
su vida de azar
Su vida que suspira entre París y Bagdad
ante puertas arrancadas

Te sueño
compañero de la nieve amarga
tu alba vela un pensamiento perdido


Salah Al Hamdani (1951), poeta y hombre de teatro francés, de origen iraquí y exiliado en Francia desde 1975, se ha mostrado siempre contrario a Saddam Hussein y ha utilizado la poesía como bandera para la libertad.


Sin título (2010), Ahmed Alsoumadi (1975)