Hace unas semanas fuimos al cine a ver la película Sufragistas y, aunque ya sabíamos de la lucha de las mujeres por conseguir el derecho al voto a principios del siglo XX, nos impactaron las imágenes de la terrible exclusión social a la que el desprecio de los hombres las condenaba. Pena y rabia. Y a veces, puños cerrados ante el dolor que causa la ignorancia cuando tiene el poder. Porque aunque las mujeres voten y se las considere liberadas y no tengan ya que pedir permiso para respirar, como hasta hace no demasiado tiempo, esa ignorancia prepotente sigue viva allá donde no ha llegado la educación ni la sensibilidad para aprender convivencia y respeto.
Nos imaginamos cómo debía de ser para una mujer escribir poesía. Escribir poesía en serio, como quien no quiere ni puede hacer otra cosa. No como un adorno femenino ni como un maquillaje social. Escribir poesía como la escribían los hombres. Desde dentro. A jirones. A dentelladas, ignorando la herida. O bien metiendo el dedo en llagas ajenas, en la llaga de ser mujer y que no te miren, porque tu sexo rebaja la altura de tus palabras en los ojos de los que te leen. La llaga de los hombres pequeñitos, que quieren puras a sus mujeres y las enjaulan sin entender nada ni saber dar nada. Hombres minúsculos cuya ceguera los convierte en invisibles.
Nos imaginamos cómo debía de ser la vida de Alfonsina Storni, después de sufrir a los hombres pequeñitos y de escapar de sus jaulas. Quizá inclinaba la cabeza en tardes blandas y soñaba con otros amores, hombres divinos que hubieran vivido mujeres infinitas, que supieran del aire libre de barrotes y que la apreciaran libre, libre y embellecida de un amor igualitario.
ESTA TARDE
Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
que sea como un ave por lo dulce,
que haya habido mujeres infinitas
y sepa de otras tierras, y florezca
la palabra en sus labios, perfumada:
suerte de selva virgen bajo el viento...
Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
blanda y tranquila como espeso musgo,
tiembla mi boca y mis dedos finos,
se deshacen mis trenzas poco a poco.
Siento un vago rumor... Toda la tierra
está cantando dulcemente... Lejos
los bosques se han cargado de corolas,
desbordan los arroyos de sus cauces
y las aguas se filtran en la tierra
así como mis ojos en los ojos
que estoy soñando embelesada...
Pero
ya está bajando el sol de los montes,
las aves se acurrucan en sus nidos,
la tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
se marcha y me abandona, con las manos
hundidas en las trenzas, con la boca
húmeda y temblorosa, con el alma
sutilizada, ardida en la esperanza
de este amor infinito que me vuelve
dulce y hermosa...
Alfonsina Storni (1892-1938), maestra, actriz y poeta argentina, quiso amar y vivir en libertad. Obtuvo reconocimiento por su poesía en vida e influyó sobremanera en los poetas latinoamericanos del siglo XX. Se embarcó en la lucha por la igualdad de género, y a menudo salió vencida por los prejuicios y la estupidez de la época. Cayó enferma y acabó adentrándose en el mar para quitarse la vida, tres años antes de que Virginia Woolf, al otro lado del océano, también escritora, también modernista, también feminista, hiciera lo mismo en el río Ouse.
Muchacha en la ventana (1925), Salvador Dalí (1904-1989) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario