sábado, 22 de abril de 2017

LATITUD

Descansar.
Al sol.
Sobre la piel que nos busca.
Pocos planes mejores que este de Valente para un domingo de primavera.


No quiero más que estar sobre tu cuerpo
como lagarto al sol los días de tristeza.

Se disuelve en el aire el llanto roto,
el pie de las estatuas
recupera la hiedra
y tu mano me busca
por la piel de tu vientre
donde duermo extendido.






José Ángel Valente (1929-2000) fue poeta, traductor y ensayista. Discípulo de María Zambrano, su sensibilidad poética está cercana a la mística, no adscrita a ninguna religión. Recibió todos los premios posibles dentro del género de la poesía y su obra, hoy en día poco conocida, está a la altura de otros insignes poetas de su generación como Ángel González, José Hierro, Jaime Gil de Biedma o Antonio Gamoneda. 

sábado, 8 de abril de 2017

A VECES CUANDO TE MIRO

La lengua original de este poema es el zapoteco, idioma indígena mexicano hablado hoy en día por unas 800.000 personas en la región de Oaxaca, Puebla y Guerrero. Y a pesar del idioma, la distancia y la cultura, no puede estar más cerca de nuestra sensibilidad y nuestra forma de entender la cercanía, el deseo y la necesidad de permanecer en el otro, aunque sea durante un solo segundo, y vencer así, con la claridad de la memoria, el paso del tiempo. 




A veces cuando te miro
quiero también soñarte en el futuro
No me refiero a esa edad de las bocas desdentadas
y mil hebras de piel pendiendo de nuestros cuerpos
No sé si el amor algún día
podrá ser más largo que el olvido
Me refiero a un futuro simple y cercano
Tal vez un año, un mes, un día
No importa el tiempo que me concedas
puede bastar con un segundo
Un segundo será suficiente para mirar tus ojos
y tatuar esa claridad en mi memoria
Un segundo bastará
para atrapar tu sonrisa entre mis labios
para desprender mis redes de luz
y perseguir tu aura
Un segundo para que mi deseo
pueda traspasar tu cuerpo
Un segundo 
para que toques mi sueño










Irma Pineda (Oaxaca, 1974) es una poeta, traductora y ensayista zapoteca. Profesora en la Universidad Pedagógica Nacional y en el proyecto docente México Nación Multicultural de la UNAM, es autora de varios libros de poesía bilingüe zapoteco-español. Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, italiano, portugués, serbio y ruso. 


sábado, 1 de abril de 2017

SONETO XXV

Es fácil imaginarse al cortesano Pierre de Ronsard, sentado a su mesa, dejándose inflamar por palabras de amor. Palabras que convierten ojos en antorchas, deseos en cárceles y miradas en espuelas. Y es fácil, también, imaginar el efecto que podían provocar estas palabras en sus destinatarias: fuego, suspiros y fortalezas rendidas. El amor es una guerra que Ronsard no siempre ganaba. Pero sin duda sus palabras entraron victoriosas en más de un castillo considerado inexpugnable. 




Esos dos ojos negros, antorchas de mi vida,
cuya luz esparcida que a los míos destella,
esclavizado han mi libertad doncella.
Condenada la tienen y a cárcel sometida. 

Por esos ojos negros mi razón va aprehendida
y cual fuere el lugar en que el Amor me sella
no puedo hallar en torno una mira más bella,
pues no tengo otro bien ni cosa apetecida.

Es la única espuela que mi dueño me hinca;
ni otro pensamiento en mi mente se afinca 
ni se inflama mi musa en ninguna otra lumbre.

No me acierta la mano con ninguna palabra
ni el papel en que escribo ningún ornato labra
sino esas dos bellezas que en mi alma son costumbre. 


(Traducción de María Teresa Gallego Urrutia)





Pierre de Ronsard (1524-1585), conocido en su época como "príncipe de los poetas y poeta de los príncipes" fue, junto a su amigo Joachim du Bellay, el poeta más influyente del Renacimiento francés. Debido a su sordera tuvo que renunciar a la carrera militar y dedicó su juventud a viajar por toda Europa como cortesano de los sucesivos príncipes franceses. Su poesía bebe de la tradición helenística y de Petrarca, con el amor cortés siempre como tema favorito.