domingo, 1 de octubre de 2017

NOCTURNO

Así estamos hoy. Con banderas en lugar de manos abiertas. Con violencia en lugar de diálogo. Centenares de heridos en Cataluña por la incapacidad de los políticos de utilizar las palabras con inteligencia y amplitud de miras. De utilizar las palabras. 



Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven: son palabras. 

Balas. Balas. 

Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas.
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua! 

Balas. Balas. 

Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla. 

Balas. Balas. 

Siento esta noche heridas de muerte las palabras.




Rafael Alberti (1902-1999), miembro de la Generación del 27, tuvo que huir de España para salvar la vida tras la derrota de la República. Cuando llegan las balas, las palabras no sirven de nada. A él no le sirvieron para quedarse en su país, pero con ellas armó una obra de resistencia y gran calidad poética desde el exilio en Sudamérica, obra que sería reconocida a su regreso a España tras la muerte de Franco. Aquella generación poética, quizá la más brillante desde el siglo XVII, saltó por los aires por el fanatismo de los que preferían las balas a las palabras. Ojalá nunca vuelva a suceder nada parecido. 



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