Qué descubrimiento esta poeta. Habíamos seleccionado cinco o seis poemas para este post y podríamos haber seleccionado muchos más. Elegimos este por esta sensación de otoño que ya tenemos al salir de casa: flores que se apagan, árboles que se colorean y una sensación de final de algo que es, a la vez, comienzo de nuestra estación favorita. La última flor del otoño llega cargada de recuerdos y nos deja la huella de su belleza, ligera y efímera.
Soy la última flor del otoño.
Me mecieron en la cuna del verano,
me ordenaron vigilar el viento del norte,
me brotaron llamas rojas en mi pálida mejilla.
Soy la última flor del otoño.
Soy la semilla más joven de la difunta primavera,
qué fácil es morir la última.
He visto el lago tan azul y de ensueño,
he oído latir el corazón del difunto verano,
mi cáliz no lleva otra semilla que la de la muerte.
Soy la última flor del otoño.
He visto los universos profundos y estrellados del otoño,
he visto la luz desde hogares cálidos y lejanos,
qué fácil es seguir el mismo camino,
cerraré las puertas de la muerte.
Soy la última flor del otoño.
Edith Södergran (1892-1923) nació en San Petersburgo, en su casa hablaba sueco y estudió principalmente en alemán. Lo perdió todo en la revolución rusa y, aunque Finlandia fue su hogar adoptivo, no le daba mayor importancia a su identidad geográfica. Buscó la felicidad a través de una poesía filosófica que bebe del simbolismo y del modernismo, y que llega a nuestra sensibilidad un siglo después como recién estrenada, recién bruñida, lista para cantarse y contemplarse en su desarmante modernidad.
Vientos suaves juegan con ella.
ResponderEliminarParecen entonar un himno de nostalgia,
al compás del rio, y sus misterios,
Atardeceres de cielos cárdenos,
con nubes gris plomizo la acompañan
tejiendo una estampa y un destino.
Última flor de otoño, mira:
la luz se ha diluido.
El tema que habéis planteado aquí es muy interesante
a mi me ha sugerido algo y os lo he puesto
saludos