No sabemos nada de este poema. El título, Her voice, alude a una voz femenina, una mujer a la que el poeta amó y de la que ahora se despide, sin nada por lo que lamentarse. Quizá fuera su mujer, Constance Lloyd, la madre de sus dos hijos, por la que sintió un amor sincero. Quizá con este poema le dijera que su pasión había tomado otros caminos. Y que ojalá el mundo fuera más comprensivo y lo suficientemente grande para que todas las formas de amar pudieran convivir sin anularse. Quizá.
Las abejas salvajes revolotean de rama en rama
con su abrigo de piel y alas transparentes
del pétalo del lirio al jacinto balanceándose a su alrededor,
más cerca estaba el amor,
fue aquí, creo, donde hice aquel voto,
juré que dos vidas deberían ser una
mientras las gaviotas amaran el mar,
mientras los girasoles buscaran el sol,
será así entre tú y yo, dije, para siempre,
querida amiga,
aquellos tiempos pasaron y se fueron,
la red del amor se ha dado la vuelta,
mira hacia arriba,
donde los álamos bailan y bailan con el viento del verano,
aquí, en el valle, la brisa nunca dispersa las flores
pero allí los vientos fuertes soplan
desde el intenso susurro de las aguas misteriosas
y las olas que golpean las praderas,
mira hacia arriba,
donde grita la gaviota blanca,
¿qué ve ella que no vemos nosotros?
¿es una estrella?
¿o la lámpara que brilla en algún buque perdido?
Ah, puede ser,
hemos vivido nuestras vidas en una tierra de sueños
y qué triste parece,
amor, no queda nada que decir salvo esto,
el amor nunca se pierde,
el filo del invierno desgarra el pecho de mayo
cuyas rosas rojas brotan en la escarcha,
los barcos de la tempestad encontrarán puerto en alguna bahía
igual que nosotros,
y no queda nada que hacer,
salvo besarnos una vez más y marcharnos,
no, no hay nada por lo que lamentarse,
yo tengo la belleza y tú el arte,
no, detenlo,
un único mundo no fue suficiente
para alguien como tú y como yo.
(Traducción de Elvira Sastre)
con su abrigo de piel y alas transparentes
del pétalo del lirio al jacinto balanceándose a su alrededor,
más cerca estaba el amor,
fue aquí, creo, donde hice aquel voto,
juré que dos vidas deberían ser una
mientras las gaviotas amaran el mar,
mientras los girasoles buscaran el sol,
será así entre tú y yo, dije, para siempre,
querida amiga,
aquellos tiempos pasaron y se fueron,
la red del amor se ha dado la vuelta,
mira hacia arriba,
donde los álamos bailan y bailan con el viento del verano,
aquí, en el valle, la brisa nunca dispersa las flores
pero allí los vientos fuertes soplan
desde el intenso susurro de las aguas misteriosas
y las olas que golpean las praderas,
mira hacia arriba,
donde grita la gaviota blanca,
¿qué ve ella que no vemos nosotros?
¿es una estrella?
¿o la lámpara que brilla en algún buque perdido?
Ah, puede ser,
hemos vivido nuestras vidas en una tierra de sueños
y qué triste parece,
amor, no queda nada que decir salvo esto,
el amor nunca se pierde,
el filo del invierno desgarra el pecho de mayo
cuyas rosas rojas brotan en la escarcha,
los barcos de la tempestad encontrarán puerto en alguna bahía
igual que nosotros,
y no queda nada que hacer,
salvo besarnos una vez más y marcharnos,
no, no hay nada por lo que lamentarse,
yo tengo la belleza y tú el arte,
no, detenlo,
un único mundo no fue suficiente
para alguien como tú y como yo.
(Traducción de Elvira Sastre)
Oscar Wilde (1854-1900), quizá el escritor más agudo y deslumbrante de su generación, fue una celebridad. Sus obras de teatro se han convertido en clásicos vivos y sus ensayos sobre teoría del arte no han perdido nada de su sugestión y vigencia. Conocido por su ingenio mordaz, su vestir extravagante y su brillante conversación, se convirtió en una de las mayores personalidades de su tiempo. Fue juzgado por indecencia al demostrarse en un juicio su homosexualidad, pasó dos años en la cárcel, donde escribió De Profundis, una de las cartas de amor más desgarradoras de la literatura universal y murió en París, en la indigencia, tras haber sido el mayor genio de las letras de su país.
A Oscar Wilde le hubiera encantado escuchar sus palabras recitadas y acompañadas por la música de un piano, de alguien que, además, se llama como él, Oscar. Gracias.
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