sábado, 27 de mayo de 2017

[POEMA DE LA MINA ASTURIANA]

Hay personas que llegan a tu vida y le dan nuevos matices. Hay personas que te impactan por su genialidad, su fuerza y su creatividad. Eso nos ocurrió con Mario, a los dos. Alumno del instituto donde trabajaba yo (Patricia), Mario llegó a la reunión para iniciar un posible grupo de escritura o de teatro y ya en la ficha inicial nos impactó por las ganas que tenía de escribir y de compartir a sus poetas favoritos. En las primeras sesiones nos demostró que su cultura poética, que había nacido a la vez que él, era inmensa y su facilidad para hilar un verso tras otro nos dejó a todos impactados. También Óscar lo conoció en una de aquellas sesiones y en un recital y se sorprendió por su estilo surrealista y tan maduro. A Mario, cuando ofrece recitales poéticos (que los ofrece) lo presenta el grandísimo poeta y Premio Nacional de Poesía Juan Carlos Mestre. Y él mismo, junto con otras estudiantes de su edad, organiza homenajes poéticos llenos de emotividad a Miguel Hernández.

No podíamos dejar de tenerle en nuestro blog, aunque aún no haya publicado nada en papel. Su arte es algo para compartir con todo el mundo por su sensibilidad, por el compromiso con el que escribe y por sus insólitas imágenes literarias que no dejan indiferente a nadie. 

En este poema nos lleva de paseo por una mina asturiana y escuchamos los pasos del minero, y los golpes de sus picos sobre las paredes de la mina, "a 200 metros de profundidad [donde] el hambre sigue siendo hambre".

Sigue paseando la locomotora por los perfiles de un gato
quién sabe si el minero escuchó a Verne bajando al centro de la tierra.
Se quedó el carbón con el esqueleto de un pez y las conversaciones del guaje minero con el mar.
A 200 metros de profundidad el hambre sigue siendo hambre,
bajo la boina semillas de manzana para plantar en la mina.
Como las hormigas, construyes caminos por los que corran medusas.
Cae la sidra en un prado de moscas y jirafas,
ahora nadas entre rumores y barriles.
Sobre el castillete el duende llora,
la mula ciega busca noches en las que salgan hombres de las andrajosas galerías
llenos de conchas y cefalópodos
a despedir al mar
y a llenar todos los pozos
con helechos y sol.




Mario García Obrero (2003) es un pequeño poeta de segundo de la ESO, hijo de la también poeta Susana Obrero. Sus propios compañeros lo definen como "un niño del Renacimiento" y entre sus rizos de un negro intenso y su sonrisa amable se esconden cientos de imágenes poéticas que le han hecho merecedor, este año, del XXVIII Certamen de Poesía José Hierro de Getafe, premio literario de ámbito regional dirigido a estudiantes de entre 12 y 20 años.

sábado, 13 de mayo de 2017

LUNA LLENA

Las cosas son las que son hasta que las imaginamos distintas. Los paisajes, las personas, la luz. La noche. Todo está en los ojos con los que miramos la noche. Y mediante el milagro cotidiano de la imaginación, la oscuridad se convierte en hogar y la luna en misterio. En novia, intacta y desnuda, a la que escribir versos. Bonitos versos, como este poema. 



Fuera del mundo, ausente,
mellada contra andamios,
has nacido otra noche
con tus venas azules,
igual que un globo inflado,
luna llena.
Globo inflado te llamo,
otros rostros de muerta,
nave, farol, pandero,
o blanca rebanada
o novia o meretriz
te llamaron por turno.
A tu luz se acogieron deslumbrados,
tristes y balbucientes
los poetas,
frioleros y turbios,
estremecidos, los enamorados.

Te invocaron sin tregua
a lo largo de un río subterráneo
de palabras marchitas
que viene desde Safo y Rosalía
a morir en mi boca.

Jugamos a invocarte,
levantamos antorchas de mentira
que sólo manosean tu vestido de tul.
Y tú, intacta y desnuda,
te escapas, luna llena,
subiendo apenas perceptiblemente,
navegando de noche con oblicuo reflejo,
como si nos oyeras, como si nos miraras.

Nadie te alcanzará,
ni por tu hueco abierto a incógnitos paisajes
ha atravesado nadie.
Tú rozas con tu luz la otra ladera.





Carmen Martín Gaite (1925-2000) es una de las novelistas españolas más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, su faceta como poeta es mucho menos conocida. Pero no sorprende. Es fácil percibir una imaginación poética detrás de cada una de sus novelas, por la delicadeza y fantasía de su prosa y su preciosista uso del lenguaje. 
Y así la imaginamos nosotros, elegante, culta, delicada, con sus poses misteriosas y seductoras. Poética. 



sábado, 6 de mayo de 2017

8-1-2013 ("Me gustan estos atardeceres de enero...")

Este poema nos sabe a vacaciones. A una brisa marina del sur que no sabe nada de los rigores helados del invierno y acaricia igual en enero que en julio. Al rumor de las olas rompiendo con calma contra el malecón y al placer de contemplar los reflejos del sol en el mar y pensar, por ejemplo, que es un camino interminable sembrado de luciérnagas por el que nos gustaría pasear. Y ya estamos ahí. En la calma de una imagen, una puesta de sol en compañía y la calidez de dejarse mecer por la paz del corazón. 

Me gustan estos atardeceres de enero
en los que el sol
cae verticalmente sobre nuestro mar,
y luego se hunde, lento, diáfano,
entretenido en una caricia infinita,
como si la línea del horizonte

fuese la delicada piel del mundo,
la adormecida amante del universo. 
Cuando esto ocurre los minutos
se despliegan como horas,
y las horas como siglos,
y una calma absoluta
se apodera con majestad de la tierra,
y se hace posible,
milagrosamente posible,
la paz del corazón. 




Rafael Argullol (1949), novelista, profesor, periodista y poeta, se propuso en 2011 un ejercicio vital: escribir un fragmento poético al día durante tres años. Y así fue construyendo este libro, día a día, capturando instantes, impresiones, ideas sueltas, como reflejos de una forma de pensar y de vivir.