sábado, 6 de mayo de 2017

8-1-2013 ("Me gustan estos atardeceres de enero...")

Este poema nos sabe a vacaciones. A una brisa marina del sur que no sabe nada de los rigores helados del invierno y acaricia igual en enero que en julio. Al rumor de las olas rompiendo con calma contra el malecón y al placer de contemplar los reflejos del sol en el mar y pensar, por ejemplo, que es un camino interminable sembrado de luciérnagas por el que nos gustaría pasear. Y ya estamos ahí. En la calma de una imagen, una puesta de sol en compañía y la calidez de dejarse mecer por la paz del corazón. 

Me gustan estos atardeceres de enero
en los que el sol
cae verticalmente sobre nuestro mar,
y luego se hunde, lento, diáfano,
entretenido en una caricia infinita,
como si la línea del horizonte

fuese la delicada piel del mundo,
la adormecida amante del universo. 
Cuando esto ocurre los minutos
se despliegan como horas,
y las horas como siglos,
y una calma absoluta
se apodera con majestad de la tierra,
y se hace posible,
milagrosamente posible,
la paz del corazón. 




Rafael Argullol (1949), novelista, profesor, periodista y poeta, se propuso en 2011 un ejercicio vital: escribir un fragmento poético al día durante tres años. Y así fue construyendo este libro, día a día, capturando instantes, impresiones, ideas sueltas, como reflejos de una forma de pensar y de vivir. 


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