Vivir para estar vivo. Parece una redundancia, aunque quizá no lo sea. Hay tanta gente que vive a medias. Encendida pero a media luz. Despierta pero con la mirada soñolienta.
Concha Méndez era una mujer vitalista, puro nervio, y la imaginamos escribiendo este poema como si fuera corriendo entre la gente subiéndoles la luz, la emoción, la intensidad, enseñándoles que la vida, mientras dura, es siempre un inicio, no un final.
Todo, menos venir para acabarse.
Mejor rayo de luz que nunca cesa;
o gota de agua que se sube al cielo
y se devuelve al mar en las tormentas.
O ser aire que corra los espacios
en forma de huracán, o brisa fresca.
¡Todo, menos venir para acabarse
como se acaba, al fin, nuestra existencia!
Concha Méndez (1898-1986) fue una escritora de la Generación del 27, una sinsombrero amante de los deportes, los viajes, la literatura y la vida independiente y libre de los hombres de su época. Fue amiga de Buñuel, Lorca, Maruja Mallo, Alberti, Cernuda, Juan Ramón Jiménez. Junto a su marido, Manuel Altolaguirre, contribuyó a la difusión de la obra del grupo de la Generación del 27 desde las revistas literarias que dirigió. Debido a la Guerra Civil, se vio obligada a exiliarse y nunca regresó a su país.
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