sábado, 16 de abril de 2016

LA DIFERENCIA

Antes y ahora, pasado y presente, dos mundos distintos separados por un acontecimiento que nos cambia la vida, que marca la diferencia en cada cosa que vivimos y modifica los recuerdos, dejando en una penumbra lejana aquello que una vez nos pareció lleno de inmediatez y de luz. 
Un acontecimiento hecho persona, una persona que ocupa tanto sitio que no necesita nombrarse: simplemente está ahí, en la cercanía de un abrazo, dando sentido a todo lo que carecía de él y haciéndonos mirar hacia delante, hacia las palabras que nos salvan, hacia un futuro donde vivir, con ella, siempre a salvo. 

El poema recitado con música

Antes, 
me hundía en unos brazos
que estropearon todos mis futuros.

Ahora, 
cuando me abrazan
no sé 
ni siquiera
si han existido mis pasados.

Antes,
me pidieron perdón perdonándome,
y yo besé la culpa
como si siempre hubiese sido mía. 

Ahora me besan
como si se disculpasen
por todas las veces que no lo han hecho antes.

Antes, 
estar lejos
era oír chillar a todos mis miedos
desde la almohada.

Ahora,
mis miedos duermen agazapados
debajo de mi cama
y me arropan si me destapo.

Antes,
la felicidad era querer a alguien
que doliese tanto.

Ahora nada duele,
y quien motiva mi risa
tiene en los ojos
un verano repleto de lunas llenas.

Antes dejé de escribir
porque me cansé de contar desastres.

Ahora, 
no sé por qué
ni cómo lo hace,
pero lo único que quiero
es contar estrellas fugaces desde su coche
todas las noches de agosto.

Antes
no podía dejar de jugarme el cuello,
y cada vez que perdía la cabeza
moría dos veces por dentro. 

Ahora juego, 
más y mejor que antes,
pero me siento a salvo.



Hace unos días, Andrea Valbuena (1992) publicó su primer libro de poesía: Mágoa. "Mágoa", en portugués y en galego, significa pena, daño, un sentimiento de dolor que, como dice la autora en la contraportada de su libro, "deja secuelas visibles en los gestos y la expresión facial". Sin embargo, al leer los poemas, tenemos la impresión de que han superado ese daño, como si hubieran tomado toda esa "mágoa" y la hubieran convertido en lucidez y sensibilidad, en una mirada clara y sonriente hacia el futuro. No sabemos qué clase de sabiduría se necesita para dar esquinazo a la "mágoa". Pero este librito tiene mucha. Tendremos que preguntarle a Andrea. 


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