sábado, 9 de abril de 2016

APADRINA UN POETA

Sí, por favor, apadrina un poeta. Aunque sea rico, no frecuente los parques ni escriba en servilletas. Aunque aparentemente no lo necesite, apadrina un poeta. A cualquiera que escriba para nada, o para todo, que viva en fantasías y menudencias. A cualquiera que, como Susana Obrero, sepa tocar una palabra y encender vida. Porque los poetas no tienen tiempo de nada, ni de sonreír, tan ocupados están en pasear descalzos y descolgar estrellas. Apadrina un poeta, nosotros lo hacemos cada día, en cada abrazo y cada poema que recogemos de los libros, y estamos tan felices que incluso hemos establecido que los sábados sean su día de fiesta. Apadrina un poeta, aunque no te dé nada, o te lo dé todo: algún día serás rico, aunque nunca lo sepas. 



APADRINA UN POETA

Es tan poco lo que tú tienes que dar y tanto o no, lo que de él puedes recibir.
    Cientos de poetas mueren cada día, sufren burocracias y epidemias de productividad. Otros viven condenados a que su única declaración sea la de la renta.
    Apadrina porque te gusta oír música en las calles, te dormías mientras tu madre recitaba nanas para ti y escribiste a mano alguna vez en la vida. No lo pienses más. O no, mejor piénsalo, piénsalo mucho. Imagina una balanza, en un platillo tu verso favorito, en el otro da igual lo que pongas, el peso de tu mirada será definitivo.
    Apadrina un poeta, sonríele, tírale besitos y bocadillos desde el balcón. Déjale dormir en tu casa, dale cobijo y calor. Dile en silencio que no entiendes nada de lo que escribe o dice, pero que esa incomprensión te hace flotar.
    Apadrina un poeta, puedes incluso comprar las servilletas donde escribe sus versos y acudir a sus recitales en el banco del parque; pero, sobre todo, libérale de las funciones humanas y deja así que su verbo fluya o no.



[Podría sonreír si no tuviera tanto de qué ocuparme...]

Nos ocupamos del mar 
y tenemos dividida la tarea,
ella cuida de las olas, yo vigilo la marea...

"Nos ocupamos del mar"
La Mandrágora
Joaquín Sabina, Javier Krahe y Alberto Pérez (Autor)

Podría sonreír si no tuviera tanto de qué ocuparme...
   Comprobar la longitud del salto de los gorriones sobre el césped, escuchar los chismorreos del viento, tapar con paraguas de rayas las goteras de las nubes grises, acariciar a los árboles en el invierno, comprar chupetes para las flores, hacer fotos a desconocidos, peinar trenzas con las ramas del sauce, mantener la nieve limpia, sacar brillo a la mirada de un niño, interpretar caligramas de hormigas sobre la arena, pedir perdón, una vez más, a los gorilas del zoo, resistir las ganas de pasear descalza por las avenidas, quitar el tapón del ombligo para que salgan palabras y dejar que los ojos aprendan a besar.
   Vaciar la cabeza sobre la mesa de la cocina, limpiar todo como se limpian las lentejas y echar al contenedor lo que sobra. Meter lo demás dentro, agitarlo hasta que quede perfectamente descolocado y no recuerde como sonreír porque tengo tanto de qué ocuparme...





Susana Obrero escribe poemarios cuyos títulos sugieren imprecisión, alegría, fiesta... pero también compromiso. Violines y panderetas y Yo también un poco son dos de los títulos de su obra poética; una obra que nace desde la sencillez y que se va enraizando entre los rizos de su pelo para convertirse en un poema surrealista, cargado de metáforas y críptico y, aun así, muy humano y cargado de sabiduría. A Susana Obrero, antes que como poeta, la conocimos como madre. Madre de un hijo poeta lleno de fantasía que rebosa creatividad por cada poro. Tal vez porque ella y su pareja se lo inocularon desde muy muy pequeño. Sabemos que Susana pone la poesía en la boca y en los ojos de los niños, la deja florecer y recoge el fruto haciéndonos muy felices a todos.

Fragmento de un cuadro de Mario García ("Ganas de volar")

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