sábado, 9 de julio de 2016

EXISTÍAN TUS MANOS

Las relaciones íntimas se construyen con paisajes y momentos. Una tarde en la playa, una comida en un restaurante bonito, un viaje relámpago a un sueño. Paisajes y momentos que se convierten en símbolos a los que volvemos continuamente para revivir aquello que nos hizo felices y que tejen aquello que llamamos complicidad. Nosotros somos cómplices en muchas cosas. Nos comunicamos sin hablar de formas que quizá ni siquiera seríamos capaces de definir. Formas misteriosas, como los infrasonidos de las ballenas, tan llenos de significado. Una de ellas es la poesía. Otra, las manos que se abren y se tienden. Y en este poema de Gamoneda encontramos las dos.



Existían tus manos.

Un día el mundo se quedó en silencio; 
los árboles, arriba, eran hondos y majestuosos 
y nosotros sentíamos bajo nuestra piel 
el movimiento de la tierra.

Tus manos fueron suaves en las mías 
y yo sentí la gravedad y la luz 
y que vivías en mi corazón.

Todo era verdad bajo los árboles, 
todo era verdad. Yo comprendía 
todas las cosas como se comprende 
un fruto con la boca, una luz con los ojos.






Antonio Gamoneda (1931) fue al colegio poco y mal. Su infancia estuvo marcada por la guerra civil y la ausencia de su padre. Pasó la dictadura participando en la resistencia cultural al franquismo, desde su puesto de empleado de banca, y poco a poco se labró una condición de poeta de culto, presente y citado en numerosos espacios culturales pero siempre alejado de los focos (si es que los poetas reciben focos), introspectivo y silencioso como su poesía. 



1 comentario:

  1. Qué preciosidad de poema. Qué interesante.
    Es el silencio. No hay palabra más grande, ni mejor pronunciada, que el silencio.

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