El viernes pasado Patricia y yo participamos en una obra de teatro llamada "Sur un fil". La directora, Nahikari Yubero, reunió a un grupo de nueve personas y les convenció para escribir textos propios que respondieran a la pregunta: ¿qué dirías si, por un momento, pudieras desprenderte de tu conciencia? Los nueve se dejaron convencer y terminaron en un escenario, muchos por primera vez, para representar sus intimidades sin máscaras mientras sonaba mi piano como acompañamiento para muchos de ellos. Y aquí tenéis el texto de Patricia con mi música, un homenaje poético a los libros, a lo que significan y la felicidad que aportan.
Las pilas de
libros en casa, aumentan y disminuyen su tamaño, cada mes, como pequeños
satélites que llenaran el hogar de luz. Libros que se desparraman traviesos por
cada rincón y habitación. Os aseguro hasta haber visto alguno en el
frigorífico. Hay libros que nacieron del deseo irremediable de conocer más a
alguien, protagonista de su historia. Otros, y esto es completamente cierto,
brotan como setas, las tardes frías de otoño.
Imaginad un
paraíso. En el mío siempre habría libros. Eso –o algo parecido- decía Borges.
De verdad, imaginadlo. Cerrad los ojos y aguzad otros sentidos. En ese paraíso
el libro los atrapa absolutamente todos. Con la nariz percibo cuántas vidas ha
tenido el libro, que es como decir cuánta gente lo ha leído. Con el tacto
siento la calidad y el esmero del trabajo de sus editores. Con el oído escucho
el hojear de sus páginas, lenta o rápidamente según sea de intenso el
contenido. Y saborear un libro… ¡No! ¡Eso solo metafóricamente!
Busqué una
vez el origen de esta pasión incontenible. Pensé que vendría de mí, de algún
acontecimiento vivido en la infancia: la librería de mis padres, las tardes
ensimismada leyendo, el préstamo voraz de libros en la biblioteca… Luego pensé
en la adolescencia y adultez: algún concurso de lectura, los estudios
universitarios, mi gusto por librerías y bibliotecas, el amor que llega de la
mano de un librero… Repaso uno a uno cada rincón de mi biografía. Y termino por
descubrir que mi pasión por los libros no nace en mí, sino en ellos.
Olas de
papel, escaleras de portadas que un día vuelan y otros se mantienen firmes para
dejarme escalarlas y llegar lo más alto posible, pero siempre con los pies en
tierra. Revoloteo de palabras, zumbidos de ideas, retazos de recuerdos.
Memorizar versos, contar historias, alimentar vidas y contener el aliento.
Esconderme del mundo horrible de miseria y pena tras las hojas que todo lo
curan. Eso son los libros.
¿Solo yo siento este amor por los libros? ¿Qué pasaría si un día los libros cobraran aún más vida? ¿Qué pasaría si las estrellas de vuestros ojos lograran leer más páginas por minuto? ¿Qué pasaría si al despertar, el autor de nuestro libro se hubiera quedado en blanco y nosotros sin vida por un día?
¿Solo yo siento este amor por los libros? ¿Qué pasaría si un día los libros cobraran aún más vida? ¿Qué pasaría si las estrellas de vuestros ojos lograran leer más páginas por minuto? ¿Qué pasaría si al despertar, el autor de nuestro libro se hubiera quedado en blanco y nosotros sin vida por un día?
Patricia ama los libros. Vive entre ellos. Vive de ellos. En sus tardes en casa se pasea por las estanterías poniéndolos en listas de deseos, haciendo revolotear sus historias por su imaginación mientras las portadas le cuentan secretos. Con tantas atenciones los libros se sienten queridos y la buscan, se meten en sus bolsos y la acompañan al trabajo, a la compra, a la cocina e incluso al baño. Es una relación de amor correspondido. Fructífera y duradera. Y es inevitable que a veces les escriba cartas. Cartas de amor y de agradecimiento. Cartas con preguntas para intentar desvelar sus misterios. Cartas como esta que escribió sin parar, como escribe siempre, sin tachar, sin pensarse las frases, palabras y palabras que fluyeron de sus dedos, pasaron por su voz y se unieron a un piano juguetón para rendir un homenaje a los libros en un teatro del norte, en esta carta de amor.
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