sábado, 23 de julio de 2016

QUÉ ALEGRÍA, VIVIR


Decir que nos apasiona Pedro Salinas no es ninguna novedad. De hecho, cuando nos conocimos, en la primera conversación que compartimos apareció su nombre, a quien nos ligamos, como a su poesía, en nuestro vivir diario. Porque cuando se trata de la poesía de Salinas, el verbo vivir se coloca en el centro y a su alrededor de van desarrollando las palabras y los versos que le dan más vida.

¡Qué amor tan grande el que sintió Pedro Salinas por Catherine Whitmore! Un amor tan enorme que entendía su propia vida a través de la de ella. Con la vida de ella, él vivía. Es difícil llegar a sentir un vínculo tan fuerte por alguien como para decir que "otro ser, fuera de mí, muy lejos, me está viviendo". Y Salinas lo decía. Usaba la poesía para declarar su amor y con ella creó un lenguaje nuevo y especial para sus lectores, que en realidad era su lectora. Ese lenguaje que a nosotros nos encanta y que compartimos con vosotros un sábado más.



Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido.
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías,
azogues, almas cortas, aseguran
que estoy aquí, yo, inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los nombres,
la verdad trasvisible es que camino sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy besando flores, luces, hablo. 

Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida —¡qué transporte ya!—, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
en que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
de haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
Y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.





Pedro Salinas (1891-1951) fue uno de los poetas más reconocidos de la Generación del 27. Al igual que todos ellos pasó por varias etapas líricas, desde la poesía pura y las vanguardias hasta su poesía del exilio. Entre medias, lo que se llama su "poesía de plenitud", alcanzada con sus maravillosos poemarios de amor La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento.


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