Hace tres semanas comentamos e interpretamos en este blog un poema de José Hierro que hablaba de Lope de Vega y de su tardía pasión por Marta de Nevares. Hoy traemos al mismo Lope, su voz joven y apasionada, con este soneto dedicado a la noche. Una noche llena de embelecos, hermosa palabra donde las haya, esos engaños malintencionados que juegan a nublarnos la razón y hacernos creer en cosas que no son. Una noche que recoge los mejores amores y las más profundas soledades. Una noche que se lleva, lo queramos o no, la mitad de la vida.
Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista
los montes llanos y los mares secos;
habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;
la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.
Que vele o duerma, media vida es tuya:
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo no siento lo que vivo.
Félix Lope de Vega y Carpio (1562-1635) es, sin duda, uno de los maestros de la literatura de todos los tiempos. De la Literatura con mayúsculas, nos atreveríamos a decir, porque es superviviente de siglos y de cientos de miles de obras y autores y autoras que se quedaron en el camino de la universalidad. Porque un poema o una obra de teatro suya tienen la actualidad de todo lo universal, que se termina convirtiendo anacrónico. A pesar de ser mucho más conocido por su teatro o por otros de sus poemas, elegimos este soneto cuyo tema no es el amor o la muerte y aun así nos hace sentir en casa. Porque la literatura, la buena literatura, siempre es el más hermoso de los refugios.
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