sábado, 15 de octubre de 2016

SIGUIENTE VITALIDAD


¿Qué hacer ante una catástrofe como la de Chernóbil? ¿Qué hacer, aparte de huir, separarte de tu vida cotidiana y tratar de escapar inútilmente de aquello que ya se te ha instalado dentro? La premio Nobel Svetlana Alexiévich escribió un libro inmenso con testimonios de gente que sobrevivió a la catástrofe. Y hemos encontrado un poema de su compatriota, Natalia Litvinova, que nos parece bello y desolador, un poco como aquellos testimonios. Un poema para fijar la memoria. Para quitarles la nieve de encima a esas flores que palidecen y convertirlas en palabras que las hagan florecer de verdad. 





Nuestros hombres comienzan a extinguirse,
nadie sabe por qué las mujeres resisten más.
Mi padre llora al sacrificar a un animal
mientras mi madre cambia el empapelado de las paredes.
No nos dejan exponernos al sol, empalidecemos
como flores que crecen bajo la nieve.
Huimos al bosque, lejos de este edificio,
yo con mi blusa infantil y mi hermano con su remera lisa.
Qué ganas de volver al lugar donde nacimos
y correr con los brazos extendidos,
limpiar el aire como uno de esos aviones
que arrojan espuma
sobre el sarcófago humeante.




Natalia Litvinova, poeta y traductora, nació en Bielorrusia el año de Chernóbil, el año en que su país natal se volvió tristemente famoso, protagonista de todos los telediarios. Su castellano está veteado de palabras argentinas que se desprenden del Buenos Aires donde reside. Y su poesía habla de la tierra que dejamos, de lo que queda atrás y con lo que se sueña en el exilio. De ese lugar perdido en el mapa y en la tierra que convertimos en hogar interior para que no termine nunca de desaparecer. 

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