Hace falta algo de locura para amar abiertamente a la luz del día. Amar siendo conocido por las calles, en los círculos y la prensa. Amar con el desparpajo y la alegría de quien siempre fue el alma de todas las fiestas. Hace falta algo de locura para ser un hombre y amar a otro hombre pese a las malas miradas, a los desprecios y a las amenazas. Hace falta algo de locura para desafiar a la muerte de esta forma, locura hambrienta de palabras para alimentar un amor que se resiste a ser prohibido.
Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.
El aire es inmortal. La piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.
Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.
Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma para siempre oscura.
Federico García Lorca (1898-1936) es quizá el poeta y dramaturgo español más universal. Su talento artístico era tal que deslumbraba a quien le conocía, quedando inmediatamente rendido ante su magnetismo y personalidad. Se atrevió con el surrealismo, con el localismo, y a través de temas propios de la España más cerrada y profunda logró alcanzar una universalidad quizá nunca superada. Murió asesinado al inicio de la Guerra Civil por aquellos que no valoraban el arte ni la vida, por aquellos viles ignorantes que hicieron del desprecio por lo que desconocían su norma, y que después asolaron la cultura y la libertad de todo un país durante décadas.
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